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  • Writer's pictureAlejandra Díaz

La Experiencia Kashmir Parte 1: Viaje con obstáculos

Updated: Apr 26, 2020

Kashmir es una región de India que históricamente fue motivo de conflicto entre India y Pakistán. India reclama todo el antiguo estado de Jammu y Kashmir en base en un instrumento de adhesión firmado en 1947. Pakistán lo reclama alegando que la población mayoritaria es musulmana (lo cual es real), y China también reclama una parte, no sé por qué. Todo este historial de conflicto hace que Kashmir sea un punto álgido y que las fuerzas militares indias estén presentes en cada metro cuadrado del territorio. Literal. No obstante, decidí ir invitada por un amigo. Por aquel entonces si bien había ciertas restricciones, se podía llegar sin mayores problemas. Digo esto porque al poco tiempo que me fui se sucedieron una serie de eventos que terminaron con la evacuación de todos los extranjeros que se encontraban en el territorio y el bloqueo de las redes de internet, entre otras cosas bastante más tristes.


Mi historia comienza con un viaje en taxi, que en realidad era una Land Rover en la cual se podrían transportar unas 8 o 9 personas. Pero acá lo llamaban taxi. Partiendo de Amritsar, tenía que tomar un bus hasta Jammu y ahí tomar un taxi hasta Srinagar, la principal ciudad. Los tiempos estimados eran unas 4-5 horas desde Amritsar hasta Jammu y unas 8-10 desde Jammu hasta Srinagar en esos “taxi”. Llegué a Jammu a las 3 de la mañana con la esperanza de no tener que tomar taxi y conseguir otro bus. En algunos portales se mencionaba que había colectivos hasta Srinagar y en otros decían que solo se llegaba por taxi. Dado que tengo una fuerte tendencia a evitar los taxis en mis viajes, y en la vida en general, me bajé del bus, caminé unas cuadras y empecé a preguntar, pero digamos que a las 3 de la mañana es poca la gente que se encuentra. Los que se encuentran CAUSALMENTE son los conductores de los taxis que por supuesto van a recomendar enfáticamente “tomar (su) taxi”. Así que rápidamente desistí de la idea y me subí al maldito taxi, un tanto de mal humor. Vi que había más ocupantes pero no interaccioné con ningún de ellos hasta la mañana siguiente. No me tocó butaca. Me tocó la parte de atrás donde había una suerte de “asiento”, si definimos el término como el lugar donde uno se sienta pero sin tener en cuenta el grado de “discomfort” que ello ocasiona. No obstante, pude dormir algo, porque una de mis virtudes es cierta facilidad para poder dormir literalmente “en cualquier lugar” por más incómodo que este sea. Así que dormí. En un momento me desperté porque habíamos frenado para que uno de mis compañeros de atrás vomite. Frenó luego de 3 o 4 vómitos que el pobre pibe hizo en movimiento abriendo la puerta de atrás. Cuando frenamos me di cuenta que estaba necesitando almohada así que manoteé una suerte de trapo que encontré por ahí y que después supe que no era un trapo si no el buzo de uno de los ocupantes traseros. En el medio de mi sueño profundo también me di cuenta que aparte de la parada técnica para que el chico vomite, hubieron otras varias paradas técnicas debido a que el conductor estaba borracho y necesitaba dormir supongo, en los momentos en que perdía la conciencia (esto lo supe a la mañana, pero igual si lo hubiera sabido en el mismo momento, que hubiera hecho? Seguir el viaje supongo, estresada. Ojos que no ven…).


A la mañana me desperté alrededor de las 8.30 cuando una vez más estaba el taxi detenido. Ahí recién hice el reconocimiento e identificación de los demás ocupantes. Atrás conmigo iban 3, de los cuales uno solo hablaba inglés y estudiaba Ingeniería Automotriz, por lo cual vamos a llamarle “el Ingeniero” porque me olvidé el nombre. De los otros dos nunca supe los nombres; uno era el que vomitó y el otro era el dueño del buzo que usé como almohada. En las butacas del medio iba un matrimonio con su bebé, y una señora de USA llamada Jenny. Por último, en la parte de adelante, al lado del conductor estaban Rafiq, un kashmiri que viajaba junto con Jenny, y Aamir, otro kashmiri que estudiaba Ciencias Políticas. Los nombres los fui sabiendo a medida que transcurrió el viaje, no es que hicimos una presentación grupal al estilo “Hola grupo me llamo Alejandra”. No, ni ahí. El taxi estaba detenido porque estábamos en el primer control militar de los tantos que vendrían. Que pasaba? A la hora que llegamos a ese punto el tránsito se encontraba restringido porque la ruta estaba siendo usada por el ejército para sus “operaciones”. Si hubiésemos llegado unas horas antes hubiésemos pasado sin problemas. Léase: si el conductor no hubiese hecho todas las paradas que hizo para dormir por su estado de ebriedad, hubiésemos pasado sin problemas. Ahora la situación era que debíamos esperar como 6 hs para poder avanzar. Y ahí llegó el momento en que empezamos a funcionar como grupo, unidos ante la adversidad… o unidos contra el chofer. Rafiq, que era de la zona y conocía el funcionamiento de este tipo de cosas nos dijo que si los extranjeros presentes íbamos a la “oficina” de los señores del ejército y pedíamos amablemente que nos dejen avanzar, tendríamos éxito. Por algún motivo (lo supimos más tarde) el chofer se negaba. Entonces empezamos a insistir. Rafiq, Jenny y yo fuimos a la oficina, la cual estaba llena de un montón de gente con la misma intención: pedir una excepción y que los dejen avanzar. Digamos que dos extranjeras éramos una carta fuerte, nos hicieron pasar antes, habló Rafiq y los señores accedieron pero necesitaban los datos del taxi y del chofer. Y aquí radicó el problema. El chofer NO tenía las cosas en regla por lo cual NO podíamos cumplir con ese requisito. Digamos que ahí nos invadió una indignación colectiva y el chofer no colaboraba: por momentos parecía que se burlaba de nosotros. La opción de presentar los documentos estaba descartada. Absolutamente.


La "oficina"donde se tramitaban los pases

Hubo momentos en que Rafiq, y nosotros a través de Rafiq (quien traducía), discutimos en tono elevado con el chofer, pero tuvimos un momento en que nos sentamos a tomar un té con galletitas todos juntos. En realidad no nos sentamos todos juntos, nos sentamos el grupo, y el chofer se unió. Claramente lo perceptivo no era una de sus virtudes. Nuestra postura era: o vas a la oficina e inventás algo para justificar que no tenés las cosas, o nos devolvés nuestro dinero y nos tomamos otro taxi que esté en regla. Ante la presión (nada que ver!! nunca se sintió presionado), el chofer nos propuso lo siguiente: tomar por un camino alternativo que implicaría evadir un control (de una forma que nunca entendí) y un viaje más largo debido al (deplorable) estado del camino. Accedimos. Era eso o esperar las 6 horitas. Esperar nunca. Rendirse jamás. El señor que manejaba (para no decir una vez más chofer) planteó cual sería la estrategia: algunos se bajarían del vehículo y debían pasar caminando (simulando que no venían con nosotros) y los demás, un masculino que no recuerdo quien era más todas las mujeres y el bebé, debíamos permanecer en el taxi, para pasar por ese punto que había que evadir el control. Luego de esto, nos reuniríamos todos de nuevo pasando una curva, para continuar nuestro viaje. No entendí bien en que cambiaba que algunos pasen caminando y otros nos quedemos arriba del vehículo. Asumo que el hecho de ser muchos sería un motivo para los polícias para pensar que veníamos viajando, no lo sé. En fin. La estrategia se puso en marcha. Los caminantes se bajaron, se dispersaron y cruzaron ese punto, y los del vehículo pasamos sin problemas. Fuimos a la curva donde debíamos juntarnos y esperamos que empiecen a llegar los caminantes. Llegaron todos menos Rafiq. Y nadie tenía su número de teléfono. Esperamos un poco más. No venía. Así que se armaron grupos para rastrillar la zona. Primera ronda de búsqueda sin éxito. Fuimos por la segunda, pero ya algunos nos quedamos en el taxi, esperando. Momento selfie, teníamos que retratar este momento de tensión y a la vez divertido. Ya lo estaba disfrutando. Pasaron unos minutos más y finalmente apareció Rafiq, de la mano de su peor enemigo: el chofer. Héroe y enemigo a la vez. Ahora sí, estando todos presentes, contamos por las dudas, seguimos camino. Y el camino que siguió estaba tan pero tan roto. Además de roto, había partes con barro y partes de cornisa. Es decir, íbamos por el borde del precipicio. El Ingeniero, automotriz, recuerden, a medida que avanzábamos por ese camino iba comentando todas las cuestiones mecánicas que venían a colación, como por ejemplo la falta de suspensión del taxi. Y además repetía con un tono un tanto nervioso “slowly, slowly”. Creo que se veía rodando en caída libre hacia el fondo del precipicio. Por otro lado, si algo se rompía o fallaba, hubiésemos estado al horno porque nadie pero nadie, pasaba por ese camino. Gracias a Dios o a Shiva o al patrono de los caminos indio, llegamos de nuevo a la parte asfaltada.


Momento Selfie (by Aamir)

Ya habíamos perdido la noción del tiempo y la noción de cuanta demora llevábamos. Alrededor de 4 horas extra teníamos por lo menos, y sin embargo el chofer hizo la parada para almorzar. Esto es muy India, las comidas NO se saltean bajo ninguna circunstancia. Ni siquiera en el contexto en que absolutamente cada integrante de la tripulación te quiere asesinar. Pero recordemos que el flaco no era perceptivo. Asique hizo la parada para almorzar. Y no solo eso: durmió una horita de siesta. Sin palabras. Continuamos. Al rato nos volvieron a parar en otro control, pero acá no había alternativa: debíamos esperar si o si alrededor de una hora y media. En cada parada hablamos de infinidad de temas, no quedó ninguno sin tocar: Messi, Messi y su contrafigura Ronaldo, el Che Guevara, Fidel Castro, política en India, política en Argentina, el primer Ministro Indio (en general los musulmanes no lo quieren, y Kashmir justamente no es la excepción), economía, turismo, la serie Narcos, comida, banalidades y compartimos algo de la vida de cada uno. Digamos que el hecho de ser viajera, mujer y sola, despierta cierta curiosidad en la gente, entonces estuve respondiendo preguntas de diversa índole, cual ronda de prensa. Habíamos pegado tanta buena onda con Aamir y el Ingeniero, que hasta se podría decir que esperábamos con ansias un nuevo control para seguir charlando.


El último puesto de control con espera

Pasó el tiempo de espera y continuamos. Siguiente parada: merienda. Un nuevo control pero sin espera y a partir de ahí seguimos por una especie de autovía, por lo que era posible ir un poco más rápido y recuperar, si vale el término, algo del tiempo perdido. Para hacerme visible al momento de pasar el control, el chofer me pidió que me siente adelante. Así lo hice y continué el resto del camino ahí. No soy miedosa con el tema de la velocidad y no me estreso cuando alguien maneja como manejaba este señor. Pero hubo un momento en que dije listo, hasta acá llegamos. Íbamos por esta autopista ya de noche y a cierta velocidad, cuando de repente apareció de la nada sobre la ruta un caballo blanco. No sé si Alá o cual de todos los dioses hindués intervino, pero algo o alguien en ese instante le dio al chofer la lucidez, rapidez mental y capacidad de reacción necesarias para que en un segundo pegara un volantazo y de esa forma esquivar el equino. Lo gracioso fue que no se generó clima de accidente porque nadie estaba mirando, solamente Rafiq y yo. Así que tragué saliva, agradecí y cuando ya estábamos sanos y salvos le pregunté si él había sido testigo del mismo milagro que yo. Afirmativo. Lo vio.

Finalmente, luego de toda esa odisea más el plus del caballo blanco, llegamos a destino y nos bajamos de ese taxi del demonio. Entre 6 y 7 horas más tarde de lo previsto. Rafiq me invitó a quedarme en la casa de sus padres y si bien yo tenía planes de quedarme en la casa de otro amigo, dado el contexto de la hora que era, del cansancio que tenía y de que ir a lo de mi amigo implicaba un trayecto más en auto, accedi. Sin pensarlo un segundo. La familia nos estaba esperando con comida: papas fritas, dal y arroz. En esa época todavía NO comía arroz, pero le entré igual. El arroz lo comí como una persona normal y civilizada. Las papas fritas las devoré. Se podía pedir más? Si, una ducha caliente, una cama que tuve la sensación de que fue la más cómoda que probé en mi vida, y un té kashmiri antes de dormir.

Y a la mañana siguiente, luego del desayuno emprendería el camino hacia la casa de mi amigo. Y ahí comienza la segunda parte de la historia.


Mi desayuno. Amé esa taza. Y ese pan




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