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QUIEN SOY

Un blog también puede considerarse o ser un buen lugar para contar historias. Historias de viajes. Y también historias de vida. Y de eso se va a tratar un poco esto. Pero primero, la historia que me gustaría contar brevemente es la mía. No una autobiografía. Si no simplemente compartir la parte de mi historia personal que me llevó a estar hoy acá. En India. En cuarentena. Y armando este blog.


Tengo 40 años. Si tengo que mencionar los eventos que más me marcaron pienso en 4. Tres de ellos son pérdidas y el número 4 no estoy segura como rotularlo, pero fue el trampolín para que hoy esté acá. Al pensar en las pérdidas todavía se me humedecen los ojos. La primera de ellas fue la separación de mi pareja, pseudo marido, en pleno auge de mi carrera profesional. Terminando el doctorado y con un montón de proyectos por delante. Lo que se podría considerar una vida feliz. Pero de un momento a otro nos separamos, y eso me cayó no como un balde de agua fría… fueron cien baldes, mil, no sé. Fue en septiembre de 2015. Cinco días después que nació mi sobrino. Tengo esa fecha grabada a fuego. Y fue la cachetada más grande que me dio la vida. La primera. Y tan dura. Al punto de no poder creer que eso me estuviera pasando. Quién dejó a quién. No sé cuanto importa. Pero fui yo quien tomó la decisión de abandonar “el hogar”. Sin saber a donde ir a vivir. La opción más simple desde el punto de vista operativo era volver a la casa de mis padres. Pero esa opción no la consideré ni siquiera un instante. Tuve (y sigo teniendo) la bendición de tener buenos amigos. Y fue en la casa de dos de ellos donde me quedé provisoriamente hasta que encontré el lugar definitivo (pero que luego también fue provisorio, así lo dice la historia) donde vivir. Este lugar fue el departamento que habíamos comprado juntos con mi ex con la idea de luego comprar la “casa de los sueños”. El segundo punto en la línea de tiempo fue cinco meses después. En febrero de 2016. Cuando perdí a mi mamá, y no por una separación. Se murió. Sin que nadie lo esperara. Entró a la guardia con un cuadro gastro-instestinal y en menos de 48 horas estaba con un respirador artificial, luego de una cirugía abdominal. Nunca salió del estado de anestesia operatoria. Y otros cien baldes. Para mí y para mi familia. Y el siguiente evento desafortunado sucedió también cinco meses después. En julio. En el medio de esto terminé el doctorado y defendí la tesis. Pero esto casi que pasó desapercibido en cuanto al nivel de importancia que le dí. Solamente fue un momento más para tener a mi mamá en el pensamiento. A fines de marzo llegó a mi vida Nina. Una Sharpei de casi tres meses de edad con la cual establecí la conexión más perfecta que puede haber entre dos almas. Y la más perfecta que tuve en la vida, por supuesto. Todo lo que para mí representaba el ideal de perro, ella lo tenía. Y evidentemente yo habré representado su ideal de humano, porque nuestra vida juntas fue simplemente perfecta. El mundo la amó. Pero todo lo bueno se termina. Y Nina también se murió. Sabemos que la vida de los perros es corta si la comparamos con la nuestra. Pero ella se murió a los seis meses de vida. Apenas tres meses después que llegó a mí. Una variante de parvovirus que no se encontraba presente en la vacuna fue la causa biológica. Tampoco importa demasiado. Lo que sí importa es que viví su pérdida con el más intenso y punzante de los dolores. Lloré. Lloré. Y lloré. Y aún sigo llorando cuando pienso en ella. Pero entiendo que vino a mi vida solamente con un objetivo: enseñarme el amor.

Y lo cumplió. Sin lugar a dudas.

Y después la línea de tiempo salta a marzo de 2018, momento en el cual llegué a Australia, luego de haber obtenido una beca post doctoral de investigación que me permitiría estar allá por 6 meses. Lo que pasó entre agosto 2016 y marzo 2018 es una especie de agujero negro. Puedo deducir cuales fueron mis actividades pero me resulta difícil crear una especie de imagen mental de mí en ese momento. Recuerdo un par de viajes, entre ellos a Bolivia y Perú como el más relevante. Pero yendo al punto, el 27 de febrero de 2018 llegué a Melbourne y ahí empezaba a cambiar mi vida, sin saberlo. Que me pasó en Melbourne? Conocí mucha gente. Mucha. Pero tuve una afinidad especial y llamativa con indios. Fueron varios, pero si tengo que mencionar elijo dos: una amistad y un amor. Vijay y Parth, respectivamente. Vijay trabajaba conmigo en la Uni de Melbourne y nunca me reí tanto con alguien. Su inglés era trabado y el mío primitivo. O sea que cuanto realmente nos entendimos con palabras, incluso hoy en día desconfío. Pero tuve los momentos más divertidos de los últimos años con Él. Y varias anécdotas. Siempre nos reímos mucho. Hasta doler la panza. Y a Parth lo conocí en una app de viajes. Nueve años menor. Pero establecimos códigos al instante y luego todo empezó a fluir. Nos enamoramos creo. Pero siempre tuve claro que llegaría el momento de decir adiós, porque el no iba a irse de Australia y tampoco estaba en mis planes quedarme ahí. O sea que vivimos ese amor de esa forma. Sabiendo que no nos uniría un futuro en común. No por eso fue menos intenso. Y no por eso dolió menos cuando nos dijimos adiós.

Conclusión. Este encuentro de almas, todas ellas de India, me hizo sentir un profundo sentimiento de “tengo que ir a India alguna vez”. Volví a Argentina en septiembre de 2018. No me hallé conmigo misma en esa vida. Y un día tirada en el sillón sintiéndome bastante mal me pregunté a mí misma qué podría hacerme feliz. Pero la respuesta que me vino fue lo que seguramente NO me haría feliz. Me hice una imagen mental de mí misma en la hipotética situación de tener una casa propia, dado que se supone que trabajamos para ahorrar y comprar una casa. Me imaginé propietaria y me vi sintiéndome igual de “down” que en ese exacto momento, viviendo en un departamento alquilado, y de fin de semana. Y ahí tuve ese instante de iluminación y dije: me voy. A viajar por el mundo. Y empezando por India. De ese momento no me acuerdo la fecha exacta, pero estimo que fue noviembre. De ahí en más lo que restó fue empezar a preparar mi vida para irme. Y acá estoy. Año y medio después de ese momento de gloria. Cumpliendo la cuarentena por COVID-19 en India y no arrepintiéndome ni por un segundo de la decisión que tomé.

La de la foto es Nina, obvio.

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