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  • Writer's pictureAlejandra Díaz

Historias sin foto #1: Si querés llorar, llorá

Updated: May 15, 2020

Después del safari trucho por el desierto en Jaisalmer, el plan era incursionar en el sur de India, dado que lo más austral que había llegado hasta el momento era Hampi. Así que teniendo en cuenta las distancias, opté por hacer una parada técnica en Delhi por algunos días, descansar, visitar amigos y retirar un paquete que alguien me había enviado al hostel donde siempre me quedaba.


En Delhi tengo varios buenos amigos, por lo cual cada vez que voy busco la forma de verlos, aunque sea saludarlos y compartir una charla y, obviamente, alguna comida. Esta vez tenía intenciones de encontrarme con uno en particular que la última vez me había ayudado con una serie de cosas, Shivam. Tenía un presente para él. Llegué a Delhi el 21 de diciembre en tren, proveniente de Jaipur. Diciembre es invierno en India, y así lo confirmé. Sentí mucho frío. Eran como las 6 de la mañana, apenas estaba amaneciendo, así que decidí quedarme a dormir un par de horas en la estación, para luego transportarme bus mediante, hasta el hostel. No donde tenía el envío; esta vez me quedaría en otro porque, detalle no menor, mi hostel de cabecera se había mudado y no me quedaba tan convenientemente ubicado para moverme. Entonces reservé en otro lugar.


Si algo me deprime es el frío. Y si algo es deprimente es el invierno en Delhi, porque además de que hace frío, no se ve el sol por la polución. Entonces los días son grises y fríos. Llegué al hostel con la única intención de dormir. La noche anterior había cenado en Jaipur en un puesto callejero y evidentemente las condiciones bromatológicas no eran las adecuadas; así lo indicó mi sistema gastro intestinal. Apenas llegué al hostel empecé con un cuadro de diarrea acuosa y profusa (estos términos me quedaron grabados a fuego de cuando en Argentina hubo una campaña de prevención del cólera). Mi cuadro era perfectamente compatible y, sin entrar en detalles, la situación era que no podía despegarme del baño. Así que me mantuve ese y el resto de los días controlando dos cosas: la hidratación y que mis riñones funcionen.


Ese primer día en el hostel me lo pasé durmiendo, pero a la tarde reviví y le mandé un mensaje a Shivam, mi amigo. Alguien desde su teléfono respondió lo siguiente: “Shivam tuvo un accidente de tránsito y se encuentra hospitalizado por lo cual no va a poder responder tu mensaje. Espero sepas entender”. No fue que se me vino el mundo encima, pero sí me provocó mucha angustia y esa sensación de impotencia que sucede cuando pasa algo así y no hay nada que uno pueda hacer. Así que esta noticia triste, sumado al hecho del tremendo frío y la tremenda diarrea que no cortaba fueron la combinación justa y necesaria para no asomarme al exterior. Me quedé guardada hasta el día siguiente, que iniciaría el rastreo del paquete que me habían enviado.


Los pongo en contexto con lo del paquete. Venía invicta en lo que respecta a olvidos de cosas en lugares, pero en Bhubaneswar armé la mochila apurada y me olvidé mi short preferido y una remera musculosa. Entonces mi amigo se ofreció amablemente a enviármelo por correo. Mi sitio de referencia para envíos está en Jaipur, un hostel a donde siempre voy y me quieren y los quiero. Pero dado que mi amigo se demoró en despacharlo, acordamos que mejor lo envíe a Delhi, donde estaría por unos días luego de Jaipur y antes de ir para el sur. Mi hostel de referencia en Delhi se había cambiado de lugar, pero no hubo problema; se realizaría el envío a la nueva dirección. No hubo problema en un principio… Pero un par de días antes de llegar a Delhi recibí una notificación vía SMS diciendo que mi paquete había sido entregado. Inmediatamente me comuniqué con el hostel para confirmar, y para mi sorpresa, ellos me dijeron que no habían recibido nada. Entonces ahora estando en Delhi mi plan era ir a la nueva dirección del hostel y hacer que busquen bien (si, suelo ser intensa) y si era posible, también ir a la antigua dirección.


Primero fui al nuevo lugar, hablé con los empleados, se consultaron entre ellos, realizaron una búsqueda más y me confirmaron que, efectivamente, mi paquete no estaba. Acto seguido me dirigí hacia la antigua dirección. El lugar estaba vacío y solamente encontré un hombre que actuaba como una especie de cuidador, al cual le expliqué la situación y le solicité entrar a revisar. El señor no hablaba bien inglés por lo cual poco me entendió y por lo cual no me quería dejar entrar. Ahí mi nivel de stress empezó a ascender y empecé a sentir ganas de llorar. Leves. Controlables. Justo pasó alguien por la calle, le pregunté si hablaba inglés y le pedí que oficiara de intérprete. Luego de esto, accedió a que entre a buscar, a una especie de patio anterior. El paquete no estaba, me quedaba revisar adentro. Traté de que me dejara entrar, pero se negaba y me empezó a decir un montón de cosas en hindi y no de la mejor forma. Ahí sí. Las ganas de llorar dejaron de ser controlables y estallé en llanto. Llanto que lógicamente no radicaba en el paquete con mi short; radicaba en el accidente de mi amigo, radicaba en el frío, radicaba en la diarrea que no cortaba, y por último muy último radicaba en el maldito paquete extraviado. Digamos que a mí me sirvió para aliviar un poco el mar interno, pero el pobre cuidador no entendía nada de lo que estaba pasando y claramente se puso mal ante la situación. Es decir, su lectura probablemente quedó reducida a que porque no encontramos el paquete, me largué a llorar desconsoladamente como una nena, pero bueno… Si apenas me entendía que buscaba un paquete, me puedo quedar 100 días tratando de explicarle lo de mi amigo y lo de la diarrea, y aún así no me iba a entender. En fin, me fui del lugar sin localizar mi paquete pero sintiéndome como 50 kilos más liviana luego del desahogo final. Y en lo que respecta a la historia, me complace decir que una parte de la misma tuvo un final feliz: mi paquete apareció en unas oficinas gracias a la intervención de otro amigo (el mismo que me llevó hasta la frontera con Nepal). La diarrea cortó en el preciso momento en que me tenía que subir al tren con destino a Kochi. Eso también se puede considerar un final feliz. Y la parte relacionada a mi amigo accidentado la verdad que no tuvo nada de feliz... termina con un desencuentro. Pero bueno dos resoluciones positivas sobre tres no está mal. Es un 66.66% periódico. A veces no se puede pedir más.

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