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  • Writer's pictureAlejandra Díaz

La Experiencia Kashmir Parte 2: Los Locos Adams Kashmiries

Updated: May 1, 2020

Una de las veces que estuve en Delhi conocí en un hostel a un chico. Super carismático. Pegamos buena onda, me contó que era de Srinagar (Kashmir), que estaba en Delhi trabajando y que en el mes de mayo, dado que se venía el calor a Delhi, tenía pensado ir a pasar unos meses con su familia, en Srinagar. Este amigo, trabajaba en el hostel y además era bailarín (break dance), aficionado digamos, no es que había estudiado danza, lo cual no quita que lo hacía realmente muy bien. Además de eso era muy popular en las redes sociales, tenía no sé cuantos “K” de seguidores en Instagram y creo que un canal de YouTube. Y había ganado un concurso de baile en un show de TV. En concordancia con su afición por el baile, vestía de una forma particular que se salía de los estándares indios, y kashmiries. Nada de todo eso me hizo ruido y quedamos en contacto. Paso siguiente me dijo que era más que bienvenida a ir a quedarme con su familia cuando decidiera ir para ese lugar que, dicho sea de paso, estaba ya en mis planes. Entonces fui.


Luego del tan caótico viaje finalmente llegué a Srinagar, la “Suiza de la India”. Pasé la primer noche con la familia de Rafiq y a la mañana siguiente lo llamé a mi amigo para decirle que ya había llegado. Habíamos estado sin comunicación porque mi sim card dejó de funcionar al momento que pisé el territorio entonces no estaba al tanto de mi situación, si bien sabía que me encontraba en viaje. Más rápido que un tren me fue a buscar en el auto de un primo y nos dirigimos a la casa de su familia, que quedaba un tanto alejada. Los que vivían en la casa eran la mamá, el papá, tres hermanas (una de las cuales estaba casada y embarazada, pero por alguna cuestión religiosa no estaba viviendo con su marido en ese momento), un hermano, un primito y una primita. Cuál era el sustento de la familia? Bien bien, no lo sé. El hermano tenía un puesto de venta de brochets de carne asada y la actividad de la familia giraba en torno a eso: todas las mañanas todos se ponían a preparar la carne y cortar las verduras que acompañaban. Una de las hermanas estudiaba en la Universidad y el padre se rajaba todo el día pero no sé a donde, porque trabajar no trabajaba. La hermana menor y la primita eran las encargadas de la limpieza diaria. Y después pasaban el día haciendo nada y mirando videos, en YouTube y en Instagram.


El primito, la primita que me chusmeó Instagram y la hermana no casada

El primer día digamos que lo pasé en familia e incluso me presentaron a la familia política de la hermana que estaba casada. Estaba sin datos en el celular, por lo cual si quería usar WhatsApp o Instagram o lo que sea, tenía que pedirle a mi amigo que me de internet de su teléfono. Y me incomodaba. Básicamente me incomoda todo lo que implique depender de alguien para hacer algo. Le dije que quería conseguir una sim card local. Me dijo que bueno, que “mañana”. Al día siguiente me llevó a algunos lugares, porque la idea de ir a Srinagar era para explorar el lugar, no para quedarme 24x7 con la familia. Que todo bien, pero me ahogaba. Recuerdo que ese día en que estuvimos recorriendo algunos lugares, me torcí el tobillo (tengo un esguince crónico en el tobillo izquierdo, entonces digamos que es sensible, pero tampoco es que me lo tuerzo todo el tiempo). Para mi, a partir de un hecho que viví, claramente cuando me tuerzo el tobillo es que estoy avanzando en una dirección que no es la correcta. Pero bueno, ahí es como que todavía tenía ese manto sobre los ojos y no veía. O mejor dicho, si veía pero no sacaba conclusiones.

Mi amigo y yo. En el lago, una de las pocas fotos que tuvimos juntos

A medida que fui pasando tiempo con mi amigo empecé a observar ciertas cosas, de él y de su familia. Paréntesis: al 3er día obtuve mi tarjeta sim. Un día íbamos caminando por el costado del lago principal de la ciudad y me hizo un comentario que encendió la alarma (boludo alert). Con un tono de fascinación me dijo “Mirá como toda la gente nos mira, somos como pop stars. Vos por ser extranjera y yo por cómo me visto. Llamamos la atención”. Claramente llamábamos la atención, pero eso para mi no era motivo para sentirme orgullosa. Luego, se fueron sucediendo varios comentarios al estilo de “todo el mundo me conoce”, “viste como me saludó ese hombre?” “la gente me quiere” y frases vende humo como “hay que dar amor”, “la gente necesita amor”, “yo estoy siempre feliz por eso la gente me quiere” y así… Y no paraba de sacarse selfies (vacías de contenido, solo el) para subir una historia a Instagram. No tengo nada en contra de las selfies, pero para mí una selfie tiene que decir algo, no ser simplemente la cara de alguien que parece que le practicaron una lobotomía. Pero bueno, eso ya es una opinión personal. También presencié varias “fotos con nenes que no conozco” para tener una Insta-story. Y así...

Mi amigo y una de las tantas veces que tomaba fotos de si mismo

A medida que pasaban los días mi nivel de tolerancia hacia él y hacia la familia iban en caída libre. Me empezó a molestar todo. Algo que particularmente me molestaba mucho era lo siguiente. Como en toda India, se acostumbra a descalzarse cuando se entra a una casa, y se deja el calzado a la entrada. Mi calzado, el 99.9% de las veces eran las crocs. Vivía tanta gente en esa casa que a la entrada había una montaña de chancletas, ojotas, zapatillas, sandalias y mis crocs. Evidentemente a la familia le vinieron bien las crocs porque cada vez que me las quería poner para por ejemplo ir al baño, las crocs no estaban. Todo bien, no es que sea egoísta, comparto, pero si compartir implica que cada vez que yo necesito algo que es mío no lo tengo, la idea acerca de compartir no me parece tan copada. Una vez, dos, está bien. Pero no cada vez. Después empecé a prestar atención a quiénes eran los que la usaban y eran el hermano y el padre. Otro incidente que me molestó fue que la primita, “de cayetano”, me agarró el celular, se metió a mi Instagram y empezó a seguir gente y a dar likes. Me di cuenta porque me llegaban notificaciones de actividades que yo NO había realizado (a Juancito Perez le gusta tu comentario ... wtf?!). Podría agregar otros pero estos dos fueron como supremos en el terreno de invasión a lo privado.


Digamos que mis días tenían 2 variantes: estar en la casa con la familia, o salir a algún lado, pero con mi amigo, nunca sola. Hubo un día que hice plan con mis compañeros de aventura Rafiq y Jenny. Mi amigo el dancer tuvo toda la intención de sumarse sin haber sido invitado, pero gracias a Dios cuando me pasaron a buscar un amigo más de ellos iba en el auto, entonces no quedaba lugar para Él. Fuimos a una localidad que quedaba 70 km (Pahalgam) y ese día pasó algo que no pasa todos los días.


Pahalgam el día que lo visité con Rafiq y Jenny. Liberada del "dancer" por unas horas

La gente me pasaba info

Cuando estábamos regresando a Srinagar recibí un SMS diciendo que por tiempo indeterminado el gobierno de India había suspendido el servicio de internet móvil. Cuando llegué a la casa de mi amigo “el dancer” supe que en la pequeña localidad donde habíamos ido a pasar el día, el ejército había capturado y asesinado a un importante líder de Al Qaeda y en el funeral masivo que se llevó a cabo, se sucedieron protestas y algunos incidentes. Todos esos hechos fueron el motivo para que el gobierno suspenda internet, cierre escuelas y universidades, entre otras medidas. Esta situación se prolongó por dos días y luego volvió a la normalidad. Pero el estado de normalidad duró poco.


Una noche, estábamos todos en la casa antes de la hora de cenar. Recuerdo que yo estaba preparando las cosas para darme un baño, cuando de repente se escuchó un ruido fuerte como una explosión y todo el mundo subió corriendo las escaleras a la habitación de arriba, por supuesto gritando y llorando. Fueron milésimas de segundos, pero tuve tiempo de reflexionar sobre que hacer: subir la escalera como ellos o quedarme donde estaba. Y opté por quedarme donde estaba basado en el pensamiento de que sea lo que sea lo que estaba pasando no habría diferencia entre estar arriba o abajo. Fue un pensamiento tonto ahora que lo veo, pero fue lo único que me salió en ese momento. Nunca me desesperé ni entré en ese estado de pánico que tenían todos en la casa. Las hermanas y la madre lloraban y los hermanos y el padre trataban de contener la situación. Yo desde un costado observaba todo, todavía con las toallas y el shampoo en la mano. Qué había pasado? La hermana estaba rezando en una de las habitaciones de abajo, al lado de la mía, cuando alguien (según ellos personal del ejército, pero esta información es absolutamente incomprobable) rompió el vidrio de la ventana de la casa y de varias casas y autos de la cuadra, generando un clima de histeria colectivo. Inmediatamente, y de esto sí puedo dar fe, algo había en el aire porque empecé a sentir una sequedad en la garganta y dificultad para respirar. Esto mismo había sentido en algunas oportunidades los días previos pero no tan intensamente por lo cual le resté importancia. Pero ahora estaba claro, algo había en el aire y no fui la única que lo percibió. No obstante, decidí ir por mi ducha. Ante todo, limpia. Estaba en el medio del proceso cuando empecé a escuchar gritos que provenían de la calle. Mi primer pensamiento fue: sea lo que sea que esté pasando por favor que me dejen terminar y no tenga que salir desnuda. Qué era lo que estaba pasando? Una persona mayor, debido a los incidentes de las roturas de vidrios, había fallecido producto de un ataque cardíaco. Por eso todos gritaban y lloraban. Nunca perdí la calma. Esa es otra virtud que tengo: mantener la calma en situaciones extremas. Pese a no perder la calma, decidí que al día siguiente me iba a ir de esa casa. En primer lugar, porque si algo me pasaba no quería generar momentos de preocupación o tensión en familia y amigos, o básicamente quería evitar que si algo me pasaba alguien me dijera: vos sos tarada o te hacés? Por que te quedaste ahí? Y cosas por el estilo. Y en segundo lugar, porque ya no aguantaba más a la familia, y a mi amigo. Digamos que tuve la excusa perfecta para huir. Así que esa misma noche reservé hotel y me preparé para irme a la mañana siguiente. Por supuesto intentaron convencerme de que me quedara con ellos pero por supuesto mi respuesta fue un rotundo NO.


No tomé fotos en el momento crítico. Así que vamos con una del Lago Dal
Mi vida por las crocs, y sus kilos de tierra

El momento previo a irme sí que fue tenso. No me tensionaron las roturas de vidrios ni la muerte del señor, pero sí me tensionó la situación que viví minutos antes de irme, la cual paso a relatar. Las despedidas no están buenas y menos cuando internamente sabés que no te vas de la mejor forma, es decir, no les iba a decir “adiós, espero que volvamos a vernos pronto”. Claramente no. Entonces iba a ser una despedida incómoda. Lo sabía. Y si de alguien no deseaba despedirme era del viejo. Llegó el momento de irme y todos se reunieron en el patio para saludarme. Faltaba el padre. Era mi pequeño éxito cotidiano. Pero al momento de buscar mis crocs para irme, tristemente me di cuenta que faltaban. Como el padre. Lo llamaron por teléfono y vino, y con Él mis crocs. Me calcé y me fui. No puedo explicar el alivio que sentí.


Sin embargo, la historia no termina ahí. Sucedieron 2 eventos más. Uno misterioso y otro tristemente divertido. El misterioso fue que, después de unos días, cuando me dirigía a la terminal para tomar un bus que me lleve al aeropuerto, un señor me frenó en la calle y me preguntó si yo era “la chica Argentina”. Dije que sí y sin que yo le pregunte nada me dijo “ah… bueno, yo soy el tío de (dijo el nombre de mi amigo) y vos te estuviste quedando estos días con la familia”. No sé como él me conocía porque juro que jamás en la vida vi a este hombre. Ahí me sentí como observada. Y perseguida. Y que nunca más me iba a liberar de esta familia. Y lo segundo, que también tiene un toque de misterio fue lo siguiente. El día antes de que me tomara el avión iba caminando por la zona cerca del lago y recibí una llamada de mi amigo. Me preguntó donde estaba, le respondí y me dijo que casualmente él se encontraba en el mismo lugar. Me pidió que nos encontremos y tampoco había terminado tan mal como para negarme. Así que en 15 min nos encontramos. Un defecto que tengo, o virtud, depende como se lo mire, es que no puedo disimular cuando algo me molesta. Y no puedo quedarme con cosas por decir. Tengo que exteriorizar. Así que ante su pregunta de si estaba molesta con el por algo, le dije todo. Todo, léase todo. Incluso mi opinión personal a cerca de él y su comportamiento tan pero tan superficial. No sé cuanto me entendió de lo que dije, porque al día de hoy aún me sigue en Instagram y me sigue dando “likes” en las publicaciones. Obvio. Se puede perder la dignidad pero jamás un follower.



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